David Markson, el duro


Solo existe una palabra para calificar a alguien que fue compañero de copas de Dylan Thomas y de Jack Kerouac, y esa palabra es duro. Encima los sobrevivió, al primero más de cincuenta años y al segundo más de cuarenta. (Esto para no hablar de su obsesión con Bajo el volcán, que lo llevó a escribir una tesis doctoral sobre esa novela, hacerse amigo íntimo de Malcolm Lowry e irse a vivir a México para seguir los pasos del cónsul. Es decir, también fue compañero de copas de Malcolm Lowry: hay que subirle tres niveles más a su calificativo.)
Pero David Markson también escribió, como sus amigos borrachines y famosos. Publicó varias novelas policíacas para financiarse una obra más personal. Una obra única: Wittgenstein’s Mistress, Springer’s Progress y la colección compuesta por La soledad del lector, Esto no es una novela, Vanishing Point y The Last Novel. La estupenda editorial argentina La Bestia Equilátera ha publicado las dos primeras. Y, para decirlo rápido, son libros inquietantes.
Están compuestos de motivos, anotaciones, ideas. Asuntos que van y vuelven: una idea de novela o de la escritura, la causa de muerte de hombres históricos —Kant, Mahler, Tales de Mileto, etcétera—, cosas que dijeron escritores sobre otros escritores, fragmentos de conversaciones entre grandes hombres, encuentros entre personajes históricos. Chismografía sofisticada, también podríamos llamarle.
Son incidencias, infidencias, mitos, datos. ¿Qué es real  y qué es ficticio aquí? Al parecer todo sucedió, o no, pero no importa. No quise corroborar ninguna de esas informaciones. Si Pascal y Descartes se encontraron dos veces, o si “Durante dos décadas, a partir de sus veinticinco años, Paul Valéry no publicó una sola línea”. Esto no es una novela, lo sé —lo recalca el título grande en la tapa—, pero sin duda es un universo, un ambiente, una atmósfera. Hay unos personajes que tienen nombres conocidos —Einstein, Milton, Vivaldi, Mozart, Diego Rivera…—, unas acciones, un tono, una textura.  
Cada frase, entrada, postal la quise leer como un microcuento. Y creo que hay que leer varios, muchos de una sola vez. Y esa cantilena, esos ora pro nobis de pronto comienzan a tener un sentido. Kurt Vonnegut calificó este libro de “hipnótico”, y tuvo razón.
Quienes han escrito sobre Markson dicen que se le vio durante décadas por las librerías de Manhattan buscando biografías, datos, información sobre escritores, científicos, filósofos. Era un coleccionista poseso de citas y de datos sobre la vida y la muerte de personajes históricos. En un reportaje del diario El País de 2010, año de la muerte de Markson, leemos que “Su estilo hizo que algunos críticos le considerasen un escritor de la era de Internet. Sus citas actúan como enlaces, hipervínculos inagotables, y pese al aparente caos, en sus novelas todo está interconectado. Sin embargo, jamás tuvo ordenador y nunca navegó por la Red”. Aquí lo tienen.


Esto no es una novela [fragmento]

¿Cuál es la utilidad de ser bueno con un pobre?
Preguntó Cicerón

[…]

Isabel I, de visita en la Universidad de Cambridge, dio una conferencia en griego.
Y después conversó más informalmente con los alumnos en latín.

[…]

La probabilidad de que Anne Hathaway no supiera leer.

Anne Hathaway.

[…]

Leigh Hunt una vez vio a Charles Lamb besar el Homero de Chapman.

Henry Crabb Robinson una vez vio a Coleridge besar un Spinoza.

De hecho, era sabido que Lamb fingía sorprenderse de que la gente no diera las gracias antes de leer.

[…]

A menudo Walter Scott inventaba epígrafes para sus capítulos, fabulaciones que decían lo que necesitaba que se dijera, y después ponía Obra antigua o Anón. como la supuesta fuente.

[…]

Durante todo un milenio, hasta bien entrada la Edad Media, Menandro fue el autor más extensamente citado de la literatura occidental a excepción de Homero.

[…]

La más grande poeta lesbiana desde Safo, llamó Auden a Rilke.

Acerquémonos al fuego y veamos lo que estamos diciendo.

[…]

Schubert nunca pudo comprarse un piano.

[…]

Kristen Flagstad, sobre el aspecto crucial para cantar Wagner:
zapatos cómodos.

[…]

Una agencia de información sobre la condición humana, llamó Theodore Adorno a Kafka.

[…]

Nunca supe de ningún viejo que olvidara dónde había escondido su dinero, dijo Cicerón.

[…]

Kate Chopin murió de lo que aparentemente fue una hemorragia cerebral.

Recuérdenme sacarle algún dinero a ese infeliz.

El padre de Piero della Francesca era zapatero.

            Admiren a los mártires del reino de María la Sangrienta.

D. H. Lawrence murió de tuberculosis.

Charlotte Perkins Gilman era una sobrina de Harriet Beecher Stowe.

[…]

Un amable hombre de principios.
Llamó Pablo Neruda a Stalin.

[…]

O está loco o está leyendo Don Quijote.
Dijo Felipe III al ver a un estudiante golpeándose la cabeza y doblándose de risa histérica sobre un libro.

[…]

La primera traducción inglesa de Madame Bovary la hizo una hija de Karl Marx.
Que más tarde se quitaría la vida de manera muy similar a como lo hace Emma.

[…]

Durante los treinta días de gracia entre su condena y la cicuta, Sócrates memorizó un largo poema de Estesícoro.
Quiero morir sabiendo una cosa más.

[…]

La cumbre del absurdo en la postulación del sinsentido puro, o en el enhebrado de insensatas y extravagantes cantidades de palabras, antes solo registradas en manicomios, fue alcanzada por Hegel.
Dijo Schopenhauer.

En o alrededor de diciembre de 1910 cambió el carácter humano.

Sí, Virginia.

Ben Sahn alguna vez fue asistente de Diego Rivera.

Jackson Pollock alguna vez fue asistente de David Alfaro Siqueiros.

[…]

Esto también es un perpetuo montón de acertijos, si el Escritor lo dice.

Simplifica, simplifica.

[…]

No es necesario tener caspa para ser un genio, dijo Puccini.

[…]

Prokofiev murió el mismo día que Stalin.

Aldous Huxley murió el mismo día que John F. Kennedy.

Nathanael West murió un día después que F. Scott Fitzgerald.

Hemingway murió un día después que Louis-Ferdinand Céline.

West y Fitzgerald habían cenado juntos una semana antes.

Machado de Assis era epiléptico.

El doble de bateadores son golpeados por un lanzamiento cuando la temperatura ronda los treinta grados que cuando ronda los veinte.

[…]

Una de las cartas de San Jerónimo a San Agustín tardó nueve años en ser entregada.

[…]

Una pequeña, vulgar y provinciana solterona de aspecto enfermizo.
Tal Charlotte Brontë, según George Henry Lewes.

Robert Southey murió de —cito— ablandamiento del cerebro.

            ¿Y qué saben de Inglaterra quienes solo Inglaterra conocen?

Una vez Gauguin trató de matarse con arsénico.
Pero vomitó.

¿Ese material se te ocurre cuando estás borracho?
Preguntó un primo de Faulkner.

Dittersdorf, no estás afinando.

Tintoretto murió de lo que parece haber sido cáncer de estómago.

Trollope murió de un derrame cerebral.

Milledgeville, Georgia.

Folletos gratuitos ya que el Señor proporciona los fondos.

Frank Lloyd Wright murió de un ataque al corazón tras una cirugía.

[…]

Emoción evocada en la calma.

Las mejores palabras en el mejor orden.



David Markson, Esto no es una novela, Buenos Aires, La Bestia Equilátera, 2013. Traducción de Laura Wittner.


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