Óscar y las mujeres, de Santiago Roncagliolo




Oscar Coliffato está acabado. Su novia Marcela lo ha dejado, no avanza en el libreto de la telenovela que escribe y se acerca el comienzo de la grabación. La vecina lo molesta, el perro de la vecina lo molesta, el mundo lo molesta. Coliffato es un maniático: no usa jabón en pasta para reducir el riesgo de pisarlo y morir desnucado en la ducha. Siempre viste de negro “para conservar el calor” y nunca se quita sus gafas oscuras. No soporta a nadie, no tiene carro, nunca ha mercado, es un poco fóbico con los microbios. “No eran extravagancias. Al contrario, eran la forma civilizada de protegerse ante la extravagancia del mundo”, dice el narrador en la página 24.
Pero sin Marcela le toca enfrentar el mundo real. Comienza por visitar la rotunda figura del productor de la telenovela:

El escritorio de Marco Aurelio Pesantes asemejaba la cabina de mando de una nave espacial dirigida mediante computadoras, tabletas, smartphones y una variada jungla de luces y pantallas. A sus espaldas se elevaba una gigantesca estantería rebosante de fotos con actores famosos y trofeos con formas abstractas. El lugar de honor, justo por encima de su cabeza, lo ocupaba un Emmy Latino “por la contribución de Marco Aurelio Pesantes a la televisión hispana en Estados Unidos”. Pero la más genuina señal de éxito en ese despacho era la adiposa humanidad del productor. Conforme se acercaba a Óscar, su extensa anatomía iba ocultando toda la decoración a sus espaldas, y revelando el verdadero currículum de un hombre de éxito. Porque esa papada se había formado en los mejores restaurantes de Miami y Nueva York. Esos cachetes habían sido inflados con los vinos y licores más selectos. Y su vientre, aquella curva de cetáceo bípedo, era la encarnación del triunfo de un hombre que ni siquiera necesitaba hacer abdominales para conseguir sexo.

Cuando el productor se entera de que Marcela dejó a su libretista estrella entra en pánico: sabe bien que si no está enamorado, Coliffato no puede escribir una línea. En su lógica de productor de Miami, se encarga de conseguirle un amor a Óscar. Es decir, sexo. Es decir, una puta: esa es la lógica de Pesantes. Y entonces, Nereida entra en escena, y le ayudará, muy a su manera, a recuperar a Marcela…
Cada personaje que aparece en esta trama es más excéntrico que el anterior, con lo cual sube el nivel de gracia y con él los decibeles de las carcajadas del lector. Porque esta novela es un esperpento delicioso y tremendamente divertido. Esto dice la Real Academia de la Lengua que es un esperpento: “Género literario creado por Ramón del Valle-Inclán, escritor español de la generación del 98, en el que se deforma la realidad, recargando sus rasgos grotescos, sometiendo a una elaboración muy personal el lenguaje coloquial y desgarrado”. Tal cual: Coliffato muestra trazos de paranoia y egolatría; la grabación de la telenovela es todo un circo; la campaña del protagonista por recuperar a Marcela se convierte en una serie continua de desaguisados; los personajes —Pesantes, Nereida, Grace Lamorna, Fabiola Luzard, Flavio da Costa— son todos caricaturas muy bien armadas de actores, productores y divas del mundo de la televisión.
Mientras leía y me reía casi hasta descoserme me acordé de La conjura de los necios, la obra maestra de John Kennedy Toole. Coliffato no llega a las alturas que alcanza por momentos Ignatius J. Reilly, pero se acerca. Tanto Reilly como Coliffato —o como don Alonso Quijano, para ir más lejos— emprenden aventuras que se van superando en enredos y desenlaces desafortunados. Por supuesto que el apellido del protagonista evoca a La Colifata, la emisora de radio argentina conducida por enfermos mentales…
Óscar y las mujeres es un divertimento muy bien construido, que recuerda en cada página algo que olvidan muchos escritores: que el humor inteligente ha sido siempre un componente esencial de la buena literatura.


Santiago Roncagliolo, Óscar y las mujeres, México, Alfaguara, 2013. 



Comentarios

uniformes cali ha dicho que…
Interesante post!!