Fusilado: Stephen King




Este tipo sabe contar una historia: domina la técnica de armar una escena y encadenarla con otras de manera sólida para mantener al lector pegado a la página. Ha depurado el arte de crear personajes creíbles, sólidos, complejos. Sabe lidiar con el suspenso y pasarlo a las palabras. Es que, entre otras curiosidades, empezó pronto: cuando tenía cerca de diez años su hermano rehabilitó una imprenta precaria y antigua en el sótano de su casa, y comenzó a editar un periódico con noticias del barrio y la escuela. Su hermanito Stephen, el que después vendería más de 300 millones de ejemplares de sus libros, se convirtió en su colaborador más pertinaz, y cuando escribía prácticamente todo el periódico éste agotaba la edición. En esa prensa y hacia los doce creó su primer bestseller: adaptó una película serie B en forma de cuento, imprimió una docena y las vendió en un solo día en su colegio. Eso se llama de dos maneras: predestinación o empeño.

Además parece que la pasa bien: desde comienzos de los noventa hace parte de los Rock Bottom Remainders, una curiosa banda de rock en la que todos sus integrantes son escritores (¿eran? No sé si todavía toquen): Dave Berry en la guitarra solista, Ridley Pearson en el bajo, Barbara Kingsolver en los teclados, Robert Fulgham en la mandolina y King en la guitarra rítmica. También había tres coristas femeninas: Kathy Kamen Goldmark, Tad Bartimus y Ami Tan.

Justo con esta experiencia musical comienza Mientras escribo, una suerte de memoria y lecciones sobre cómo hace lo que hace este escritor subestimado por los críticos pero adorado por los lectores. O por los compradores, como se quiera ver. Está bien, quizá no sea Joseph Conrad, pero sus novelas son entretenidísimas –al menos puedo asegurarlo por el par que leí hace años–. La primera parte es un recorrido por su infancia, juventud y primera madurez, y como todas las memorias es algo autocomplaciente, aunque está bien contada. La verdadera pepita de este libro está en la segunda parte, “Escribir”, donde cuenta la historia de sus novelas, derrama algunos consejos y hasta pone ejemplos de cómo actuaría como escritor en casos concretos tomados de otras obras y en casos que inventa como ejercicios para el lector aspirante a escritor. A continuación una selección de citas tomadas de acá y de allá. A mí me encantó este libro, y creo que puede servirle mucho a quienes se forman como escritores.


Mientras escribo

Nunca te preguntan por el lenguaje. A un DeLillo, un Updike, un Styron, sí, pero no a los novelistas de gran público. Lástima, porque en la plebe también nos interesa el idioma, aunque sea de una manera más humilde, y sentimos auténtica pasión por el arte y el oficio de contar historias mediante la letra impresa.

He supuesto que a menos páginas, menos paja.

Un aviso para caminantes que no figura en el libro, al menos en formulación directa: "El corrector siempre tiene razón". Se colige que los escritores nunca siguen todos los consejos del corrector o correctora, porque todos han pecado y no alcanzan la perfección editorial. En otras palabras: escribir es humano y corregir divino.

Yo no creo que el escritor se haga, ni por circunstancias ni por voluntad (antes sí lo creía). Es un accesorio que viene de fábrica, y que, dicho sea de paso, no tiene nada de excepcional.

Eula-Beulah [una de las decenas de niñeras que tuvo en su niñez] era propensa a los pedos, en su variedad sonora y olorosa. En ocasiones, avecinándose uno, me tiraba en el sofá, me ponía el culo en la cara (con falda de lana interpuesta) y disparaba, gritando eufórica: “¡Bum!”. Era como quedar sepultado por fuegos artificiales a base de metano. Recuerdo la oscuridad, la sensación de asfixia y las risas; porque, sin dejar de ser horrible, la experiencia tenía su lado divertido. Puede decirse que Eula-Beulah me fogueó para la crítica literaria. Después de haber tenido encima a una niñera de noventa kilos tirándote pedos en la cara y gritando “¡Bum!”, el Village Voice da muy poco miedo.

Si no hay objeción, me gustaría aclarar algo lo antes posible. No hay ningún Depósito de Ideas, Central de Relatos o Isla de los Best-sellers Enterrados. Parece que las buenas ideas narrativas surgen de la nada, planeando hasta aterrizar en la cabeza del escritor: de repente se juntan dos ideas que no habían tenido ningún contacto y procrean algo nuevo. El trabajo del narrador no es encontrarlas, sino reconocerlas cuando aparecen.

Al recibir la nota de rechazo del AHMM, clavé un clavo en la pared de encima del Webcor, escribí “Happy Stamps” [título del relato que le habían rechazado en AHMM] en la nota y la enganché en el clavo [...] Cuando tuve catorce años (y me afeitaba dos veces por semana, hiciera o no falta), el clavo de mi pared ya no aguantaba el peso de todas las notas de devolución que había ido acumulando. Lo sustituí por uno más largo y seguí escribiendo.

A mí que no me vinieran con ñoñerías, mensajes optimistas y Blancanieves y los siete enanitos. A los trece años quería monstruos que devoraran ciudades, cadáveres radiactivos salidos del mar comiéndose a los surfistas y chicas de aspecto barriobajero y sujetador negro.

He pasado muchos años (creo que demasiados) avergonzándome de lo que escribía. Me parece que hasta los cuarenta no entendí que casi todos los escritores de novelas, cuentos o poesía de quienes se ha publicado siquiera una línea han sufrido alguna u otra acusación de estar derrochando el talento que les ha regalado.

—Escribir una historia es contársela uno mismo —dijo él [Gould, su primer editor en un semanario deportivo]—. Cuando reescribes, lo principal es quitar todo lo que no sea la historia.

El día en que presenté mis primeros dos artículos, Gould dijo otra cosa interesante: que hay que escribir con la puerta cerrada y reescribir con la puerta abierta. Dicho de otra manera: al principio sólo escribes para ti, pero después sale afuera. Cuando ya tienes clara la historia y la has contado bien (al menos dentro de tus posibilidades), pertenece a cualquier persona que quiera leerla.



Tabby [su esposa desde la universidad], como feminista, nunca había tenido mucha afición por el catolicismo, una religión donde los hombres hacen las leyes (incluida la directriz emanada de Dios de meterla sin condón) y las mujeres lavan la ropa interior.

Nuestro matrimonio ha durado más que todos los dirigentes mundiales a excepción de Castro, y si seguimos hablando, discutiendo, haciendo el amor y bailando con los Ramones, lo más probable es que siga funcionando.


Todos los aspirantes a escritores que conocí en la universidad estaban convencidos de que sólo se escribía bien de manera espontánea, en un estado de arrebato que era un pecado desaprovechar. El constructor de la “escalera a las estrellas” soñada no podía limitarse a andar por el suelo con un martillo. Quizá el arte poética de 1969 nunca se haya expresado mejor que en una letra de Donovan: “Primero hay una montaña/ Luego no hay ninguna montaña/ Luego sí”.

Me veía treinta años más viejo, llevando los mismos abrigos gastados y con coderas, y con tripa de bebedor de cerveza encima de los pantalones. Tendría tos de fumador por exceso de Pall Malls, las gafas más gruesas, más caspa, y en el cajón del escritorio seis o siete originales inacabados que muy de vez en cuando, casi siempre borracho, desempolvaría y retocaría un poco.

[mientras escribía Carrie:] Aprendí dos cosas: primero, que la impresión inicial del autor sobre el personaje o personajes puede ser tan errónea como la del lector. Segundo (pero no en importancia), darse cuenta de que es mala idea dejar algo a medias sólo porque presente dificultades emocionales o imaginativas. A veces hay que seguir aunque no haya ganas. A veces se tiene la sensación de estar acumulando mierda.

tengo una jaqueca digna de toda una dentadura infectada.

Durante mis cinco últimos años de bebedor, siempre remataba las noches con el mismo ritual: vaciar en el fregadero las cervezas que quedaran en la nevera. Si no, al acostarme las oía hablar y no tenía más remedio que acabar levantándome y coger otra. Y otra. Y otra.

A veces lo callejero acaba en el diccionario, pero sólo cuando está bien muerto.

Poner al vocabulario de tiros largos, buscando palabras complicadas por vergüenza de usar las normales, es de lo peor que se le puede hacer al estilo. Es como ponerle un vestido de noche a un animal doméstico.

la primera regla del vocabulario es usar la primera palabra que se te haya ocurrido siempre y cuando sea adecuada y dé vida a la frase.

Soy de la opinión de que los defectos de estilo suelen tener sus raíces en el miedo, un miedo que puede ser escaso si sólo se escribe por gusto (recuérdese que he hablado de timidez), pero que amenaza con intensificarse en cuanto aparece un plazo de entrega

A menudo, escribir bien significa prescindir del miedo y la afectación.

El lenguaje no está obligado a llevar permanentemente corbata y zapatos de cordones. El objetivo de la narrativa no es la corrección gramatical, sino poner cómodo al lector, contar una historia... y, dentro de lo posible, hacerle olvidar que está leyendo una historia.

Escribir es seducir. La seducción tiene mucho que ver con hablar con gracia. Si no, ¿por qué hay tantas parejas que empiezan cenando juntas y acaban en la cama?

Yo soy del parecer de que la unidad básica de la escritura es el párrafo, no la frase. Es de donde arranca la coherencia, y donde las palabras tienen la oportunidad de ser algo más que meras palabras.

si no tienes ganas de trabajar como una mula será inútil que intentes escribir bien. Confórmate con tu medianía y da gracias de tenerla por cojín.

y a menudo los libros malos contienen más lecciones que los buenos… Leyendo prosa mala es como se aprende de manera más clara a evitar ciertas cosas. Por otro lado, la buena literatura enseña al aprendiz cuestiones de estilo, agilidad narrativa, estructura argumental, elaboración de personajes verosímiles y sinceridad creativa.

Leer es el centro creativo de la vida de escritor. Yo nunca salgo sin un libro, y encuentro toda clase de oportunidades para enfrascarme en él.

La gente bien considera de mala educación leer en la mesa, pero si aspiras a tener éxito como escritor deberías poner los modales en el penúltimo escalón de prioridades. El último debería ocuparlo la gente bien y sus expectativas.

La verdadera importancia de leer es que genera confianza e intimidad con el proceso de la escritura. Se entra en el país de los escritores con los papeles en regla. La lectura constante te lleva a un lugar (o estado mental, si lo prefieres) donde se puede escribir con entusiasmo y sin complejos. También te permite ir descubriendo qué está hecho y qué por hacer, y te enseña a distinguir entre lo trillado y lo fresco, lo que funciona y lo que sólo ocupa espacio.

El espacio puede ser modesto (hasta es posible que deba serlo, como ya creo haber insinuado), y en realidad sólo requiere una cosa: una puerta que estés dispuesto a cerrar. La puerta cerrada es una manera de decirles a los demás y a ti mismo que vas en serio. Te has comprometido con la literatura y tienes la intención de no quedarte en simples promesas.

Pero son necesarias la habitación y la puerta, y es necesaria la decisión de cerrarla. También necesitas un objetivo concreto. Cuanto más dure tu adhesión a estos requisitos básicos, más fácil irá haciéndosete el acto de escribir.

Escribe lo que quieras, infúndele vida y singularízalo vertiendo tu experiencia personal de la vida, la amistad, las relaciones humanas, el sexo y el trabajo. Sobre todo el trabajo. A la gente le encanta leer sobre el trabajo; no sé por qué, pero es así. Si eres fontanero y te gusta la ciencia ficción, plantéate escribir una novela sobre un fontanero en una nave espacial o en otro planeta.

Hay que recordar que no es lo mismo dar sermones sobre lo que se sabe que usarlo para enriquecer una narración. Lo segundo es bueno. Lo primero no.

A mi modo de ver, todos los relatos y novelas constan de tres partes: la narración, que hace que se mueva la historia de A a B y por último hasta Z, la descripción, que genera una realidad sensorial para el lector, y el diálogo, que da vida a los personajes a través de sus voces.

La descripción convierte al lector en partícipe sensorial de la historia. A describir se aprende, que es una de las razones principales de que sólo puedas hacerlo bien si lees y escribes mucho. Resulta que no es cuestión sólo de cómo, sino de cuánto. La respuesta al
cuánto te la dará la lectura, y la del cómo, páginas y páginas de escritura. Sólo
aprenderás practicando.

El primer paso de la descripción es la visualización de lo que quieres hacer vivir al lector, y el último, trasladar a la página lo que ves en tu cabeza. Fácil, lo que se dice fácil, no es.

A mí, la literatura que describe exhaustivamente las características físicas y la indumentaria de los personajes me deja bastante frío. (Me irrita especialmente el inventario de guardarropía. Si tengo ganas de leer descripciones de prendas ya pediré un catálogo.)

La descripción arranca en la imaginación del escritor, pero debería acabar en la del lector.

Para que el lector se sienta dentro de la historia, concedo más importancia al escenario y el ambiente que a la descripción de personajes.

Una de las reglas cardinales de la buena narrativa es no contar nada que no se pueda mostrar.

Sí, pensando en la Legión de la Decencia, pones «¡caray!» en vez de «¡joder!», infringes el contrato tácito que hay entre el lector y el escritor: la promesa de que expresarás verazmente los actos y palabras de tus semejantes por el canal de una historia inventada.

lo importante no es que el diálogo de tu relato sea culto o vulgar, sino cómo suene en la página y al oído. Si pretendes que parezca real, habla tú. Y más importante todavía:
quédate callado y escucha a los demás.

Considero que las historias siempre acaban hablando de gente, más que de acontecimientos. Es otra manera de decir que el motor son los personajes.

en la vida real no hay nadie que sea “el malo”, “el amigo del alma” o “la puta con corazón de oro”. En la vida real nos vemos todos como protagonistas, el no va más. Siempre nos enfoca la cámara a nosotros. Si eres capaz de trasladar esta actitud a la narrativa, es posible que no te resulte fácil crear personajes brillantes, pero caerás menos en la trampa de crear monigotes unidimensionales como los que pueblan mucha narrativa popular.

cuando veo más oportunidades de embellecer y adornar es después de haber cumplido con mis deberes básicos de narrador.

Cuando se sufre un atasco imaginativo, el aburrimiento puede ser muy aconsejable. Mis paseos consistían en aburrirme y reflexionar sobre mi gigantesco despilfarro de páginas.

Ahora hablaremos de las revisiones. ¿Cuántas? ¿Cuántas versiones? En mi caso, la respuesta siempre ha sido dos versiones y una última mano. (Desde que existen los procesadores de textos, pulir se parece mucho a escribir la tercera versión.)

Escribir narrativa, sobre todo larga, puede ser un trabajo difícil y solitario. Es como cruzar el Atlántico en bañera. Surgen muchas oportunidades de dudar de uno mismo. Si escribo con rapidez, desgranando la historia tal como acude a mi mente y retrocediendo lo justo para verificar los nombres de los personajes y las partes relevantes de sus antecedentes, consigo dos cosas: ser fiel al entusiasmo inicial y superar la duda que siempre está al
acecho.

En la primera revisión me hago la gran pregunta, la mayor de todas: ¿es coherente la historia? Y si lo es, ¿cómo convertir lo coherente en música? ¿Qué elementos recurrentes hay? ¿Se enlazan formando un tema? Me pregunto, en resumen, de qué va el libro, y qué puedo hacer para que queden todavía más claras las preocupaciones de fondo. Mi máxima meta es la “resonancia”, algo que perdure un poco en la mente (y el corazón) del lector después de haber cerrado el libro y haberlo colocado en la estantería.

Cuando llega el libro a la imprenta, lo he repasado como mínimo una docena de veces, me sé de memoria párrafos enteros y me muero de ganas de quitarme el tocho de encima.

Lo fusilamos de: Stephen King, Mientras escribo, Barcelona, Plaza y Janés, 2001. Traducción de Jofre Homedes Beutnagel.

Comentarios

Sinar Alvarado ha dicho que…
yo llevo años mirando a este tipo con ojos de ignorante, de prejuicioso.

hace un mes, en un almuerzo, mis amigos leila guerriero y sergio dahbar, que son muy buenos lectores, hablaban maravillas de king. sobre todo de este libro que ahora fusilas.

al fondo de la mesa estaba sentado héctor feliciano, que empezó criticando a stephen y luego, después de escuchar las distintas versiones del elogio, acabó por animarse y prometió que le daría la oportunidad. lo hizo mirando a leila, a sergio, ya convencido por sus argumentos. y diciendo:

- ¡es que yo a ustedes los respeto!

yo seguiré el ejemplo.
maggie mae ha dicho que…
cuando era chiquita mi papa nos leía, justo antes de acostarnos, "it" para matarnos del susto y que nos tocara dormir a los tres juntos. cuando ya estaba mas grandecita, en estados unidos, y me aburría la primera semana me regalaron tres libros (que además fueron los primeros que me leí en ingles) de los que recuerdo solo un título: the green mile, que después fue película. se me quedó tan grabado todo que después mi hermano alquiló la película y solo la oí porque recordaba cada instante, cada diálogo, los personajes, etc.
a mi me gusta, me gusta mucho.
cami, muy bueno el fusilado.
maggie mae ha dicho que…
ah se me olvidaba, y de las películas, ni hablar del peluquin (como dice mi mama), de esas me acuerdo un montón, ¡mi papá también nos torturó con esas!
Camilo Jiménez ha dicho que…
A mí este me lo recomendó otro gran lector, Luis H. Aristizábal, mientras hablábamos de los grandesventas a propósito de otro fusilado de este blog, Somerset Maugham. Y recordé que hace añísimos también disfruté montón con las historias de King, como Maggie. A propósito, M, me hubiera gustado mucho ser amigo de tu papá.
Anónimo ha dicho que…
A mi me pasó algo similar a lo del maracucho, pero no con Guerreiro, Dahbar y Feliciano, si no con los lectores de mi oficina (conste que no los puse entre comillas), querian poner a King en la misma canasta de Coelho y Brown -por el asunto de las ventas-; yo no he leido a ninguno de los tres pero me vi haciendo malabares con las películas hechas con base en sus obras para sacarlo de tan oprobiosa compañía. Excelente fusilado Camilo, es más lo voy a fusilar e imprimir right now.
juan ha dicho que…
...el prejuicio siempre ha sido lo que es: una pared que no deja ver, quitándome la venda entonces agradezco el fusilado porque así veré distinto a alguien que, de verdad, no había visto sin mirar esa pared...
juan ha dicho que…
...además descubro que el hombre este básicamente es sensato...
Samuel Andrés Arias ha dicho que…
Hace un par de meses lo comencé a leer por recomendación de Nahum. Antes de ir a buscarlo en una librería lo encontré en algún lugar de la red listo en pdf para descargar.
Hay una perla que me agradó dado mi sesgo por los diálogos:

"Algunos escritores intentan esquivar la regla antiadverbios inyectando esferoides al verbo de atribución. A cualquier lector de novelas baratas le sonará el resultado:
-¡Suelte la pistola, Utterson! -graznó Jekyll.
-¡No pares de besarme! -jadeo Shayna.
-¡Qué puñetero! -le espetó Bill.
No caigas en ello. Te lo pido por favor. La mejor manera de atribuir diálogos es DIJO".

Otro por el mismo corte que disfruté mucho recientemente fue "Suspense" Cómo se escribe una novela de intriga de Patricia Highsmith.
Camilo Jiménez ha dicho que…
Ja ja ja, claro, Samuel, ese pedazo estuvo ahí en la banca, pero al final tocaba poner en la cancha sólo a los once cracks. (Y son muchísimos más de once los que entraron, quedó larguito el fusilado, pero es que...).

Y el de Patricia Highsmith es berracamente bueno también. Gracias por recordármelo para darle una repasadita.
Anónimo ha dicho que…
Qué coincidencia. Justo en estos momentos estoy despachándome mi primer libro de él: Cementerio de animales.
Está divertido.

Un saludo pa' todos
Toño
Anónimo ha dicho que…
Y es que la princesa de este cuento de hadas, (tan adorador de músicas para orinar sentado), también enseña, aparte de promulgar verdades? Con razón escribe como comenta. Eso es armando un equipito de profes' petardos, castrados y castradores. Podríamos poner a Faciolince en el arco para que tape los goles a punta de guanabanazos y a Burletero Burgos de güevero, para que mande los penalties a gorriones y a la cocainómana y a Juan Mosquera y a su hermano, el Índice De Mao, en la tribuna para que silben contra el crack del torneo. A Comegalletas, como siempre, de recogebolas pa' que haga revolcar en la tumba a Freud con su fina utilización de términos sicoanalistas. Mucho profe' Mucho profe'...
Unknown ha dicho que…
Mi Cami:

¿Será que algunos escritores de best sellers son mejores escritores que muchos de los escritores de calidad? A mí me da a veces por pensar que los de calidad no utilizan muchos "trucos" de escritura porque los desconocen, por pura desidia con respecto al oficio. Me gusta lo que dice King aunque creo que no voy a leerme ningún de sus libros. ¡Qué susto!
Anónimo ha dicho que…
tanto te alcanzamos a extrañar willy wonka que ahora afirmas definitivamente recuperar tu acento medianito de arepa y carriel. Puro Paraíso Travel sos. ¿Qué andás leyendo además de nombres paisas?
GABO ha dicho que…
La verdad, leí el post hasta la mitad. No es que no me gustara. Estaba bueno. Pero cuando uno se pone a leer los consejos que da un escritor a otro que lo quiere ser, siempre el novato termina recordando todos los consejos de todos los escritores cuando se sienta frente a su hoja en blanco. Entonces termina sin escribir un párrafo porque se dedicó a pensar en ellos.
RADIO NEBLINA ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Borrasca ha dicho que…
Coincido con gabo en cuanto a que este post es demasiado extenso y también tiré la toalla a la mitad, pero por distinta razón, me he leído casi todos los libros de Stephen King traducidos al español. (no domino el inglés para leerlo en su propia lengua que debe ser aún mejor)
Camilo te mando un abracito.

Besos borrascosos
yacasinosoynadie ha dicho que…
que jartera este post Camilo y que jartera King... cuestion de gustos obvio.
Anónimo ha dicho que…
Huy don dios...que guayabito...y que empelicule(s)...y que vizquera...
Anónimo ha dicho que…
Para los curiosos: The París Review le dedicó una de sus largas y canónicas entrevistas a Sthepen King en el verano del 2007. Y créanme: no tiene pierde. Algunos extractos de esa pieza fueron publicados por Radar --el suplemento de cultura de Página/12-- en julio de ese mismo año. Si no están ocupados, si no les da flojera, búsquenla en Google y verán que el entusiasmo de Camilo no es injustificado.
Samuel Andrés Arias ha dicho que…
Mario:
Muy buena la entrevista. Para los que la quieran leer este es el enlace: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-3918-2007-07-01.html
Samuel Andrés Arias ha dicho que…
Se corta el enlace. Esta es la colita que hace falta:
/9-3918-2007-07-01.html
chaly2 ha dicho que…
Que buen fusilado Camilo. Ando desde hace semanitas dandóle repaso a tú blog y a los texto y me encantó leer este, buenisimo.